Un equipo de investigadores ha realizado un hallazgo sorprendente en el yacimiento de Atapuerca, en Burgos, donde se ha documentado un episodio de canibalismo que data de hace aproximadamente 5.700 años, durante el Neolítico final. Este descubrimiento no solo amplía el conocimiento sobre las prácticas de nuestros antepasados, sino que también plantea preguntas sobre la naturaleza de la violencia y el conflicto en sociedades prehistóricas.
### Un Episodio de Violencia y Canibalismo
El estudio, publicado en la revista Scientific Reports, revela que los restos encontrados en la cueva de El Mirador pertenecen a al menos once individuos, incluyendo niños, adolescentes y adultos. Estos restos muestran signos de haber sido despellejados, descarnados, desarticulados, fracturados, cocinados y finalmente consumidos. La investigación, coordinada por el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES) junto con el Instituto de Arqueología de Mérida, sugiere que este episodio de canibalismo podría haber sido el resultado de conflictos locales entre grupos rivales, aunque no se han encontrado evidencias de rituales o ceremonias asociados.
Palmira Saladié, investigadora principal del estudio, enfatiza la complejidad del canibalismo como conducta humana. A menudo, se interpreta como un acto de barbarie, pero el contexto histórico y cultural es crucial para entenderlo. Saladié señala que, aunque no se han encontrado evidencias de rituales, es difícil pensar que no existieran. La arqueología, la paleontología y la etnología han demostrado que el canibalismo ha sido una práctica común a lo largo de la historia, a menudo cargada de simbolismo profundo.
### Contexto Cultural y Social del Canibalismo
El análisis de los restos humanos ha revelado que todos los individuos consumidos eran de origen local y que el canibalismo ocurrió en un corto periodo de tiempo, posiblemente en cuestión de días. Este hallazgo es significativo porque se sitúa en un momento de transición en la cueva de El Mirador, justo antes de que se utilizara como un espacio sepulcral. Francesc Marginedas, otro de los investigadores del IPHES, aclara que no se trata de una tradición funeraria ni de una respuesta a la hambruna extrema, sino más bien de un acto violento que podría haber surgido de conflictos entre comunidades campesinas.
La investigación también establece paralelismos con otros episodios de violencia en el Neolítico europeo, como las masacres de Talheim en Alemania y Els Trocs en Huesca. Sin embargo, el caso de El Mirador se distingue por la evidencia del consumo sistemático de las víctimas, lo que sugiere un comportamiento más organizado y posiblemente motivado por la eliminación de un grupo familiar completo.
Antonio Rodríguez-Hidalgo, del Instituto de Arqueología de Mérida, añade que la etnografía y la arqueología muestran que incluso en sociedades menos estratificadas, pueden ocurrir episodios de violencia extrema. El canibalismo, en este contexto, podría haber sido una forma de eliminar a los enemigos y, al mismo tiempo, un acto de supervivencia en situaciones de conflicto.
Este descubrimiento no solo amplía el conocimiento sobre el canibalismo en el Neolítico, sino que también invita a una reflexión más profunda sobre la naturaleza humana y las dinámicas sociales de las comunidades prehistóricas. La complejidad de las motivaciones detrás del canibalismo, que pueden ir desde la compasión hasta el desprecio, resalta la necesidad de contextualizar estos actos en su marco histórico y cultural.
Los hallazgos en Atapuerca son un recordatorio de que la historia de la humanidad es rica y multifacética, y que las prácticas que hoy consideramos inaceptables pueden haber tenido significados completamente diferentes en el pasado. A medida que los investigadores continúan explorando estos yacimientos, es probable que surjan más revelaciones que desafíen nuestras percepciones sobre la vida y la muerte en tiempos prehistóricos.