Marruecos, un país que busca proyectar una imagen de modernidad y apertura al mundo, enfrenta una dura realidad para su comunidad LGTBIQ+. La reciente detención de la activista Ibtissam Lachgar, acusada de «blasfemia» por portar una camiseta con un mensaje provocador, ha puesto de relieve la represión sistemática que sufre este colectivo. En un contexto donde el 80% de la población considera la homosexualidad como una «desviación», las relaciones entre personas del mismo sexo son castigadas con penas de hasta tres años de prisión.
La detención de Lachgar, quien se ha manifestado abiertamente en contra de la homofobia y la misoginia, ha generado un eco de indignación tanto a nivel local como internacional. Su arresto, que se produjo diez días después de que publicara una imagen en redes sociales, ha sido celebrado por algunos sectores de la sociedad marroquí, que han pedido su «lapidación» y han ofrecido recompensas por su muerte. Este clima de hostilidad hacia la diversidad sexual se ve reflejado en los datos de la macroencuesta Afrobarometer, que indica que el 79,4% de los marroquíes rechazan la homosexualidad.
La legislación marroquí, que incluye el artículo 489 del Código Penal, tipifica las relaciones homosexuales como «actos lascivos o contranaturales» y no se encuentra entre las disposiciones que el gobierno planea reformar. Este marco legal ha llevado a que, en la primera mitad de 2023, más de 440 personas fueran procesadas por mantener relaciones sexuales con personas del mismo sexo, según informes del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Esto se traduce en un promedio de más de dos personas al día enfrentando cargos por su orientación sexual.
### La Realidad de la Comunidad LGTBIQ+ en Marruecos
La vida para las personas LGTBIQ+ en Marruecos es un constante desafío. Activistas como Tima Agueddour, quien se identifica como trans, describen su experiencia como «extremadamente difícil». La sociedad marroquí, profundamente conservadora, considera la homosexualidad y las diversidades sexuales como tabúes, lo que dificulta cualquier tipo de diálogo sobre el tema, incluso entre amigos y familiares. Un estudio realizado por la organización marroquí Akaliyat revela que el 96% de las personas LGTBIQ+ no se sienten capaces de ejercer plenamente sus derechos civiles, y el 70% ha sufrido violencia física o psicológica.
La represión no solo proviene del Estado, sino que también se manifiesta en la sociedad civil. En 2020, durante el confinamiento por la pandemia, se produjo una ola de «outing» en la que grupos de personas utilizaron aplicaciones de citas para exponer públicamente a individuos LGTBIQ+, lo que resultó en agresiones, expulsiones de hogares y, en al menos un caso, un suicidio. La activista Agueddour señala que la criminalización de la homosexualidad alimenta el odio social, legitimando la violencia contra quienes se identifican como parte del colectivo.
La situación se complica aún más con la falta de respuesta por parte de las autoridades. Aunque se anunciaron investigaciones sobre los ataques a personas LGTBIQ+, no se han reportado detenciones ni avances significativos en la protección de los derechos de este colectivo. La hostilidad de la policía hacia quienes intentan presentar denuncias agrava la vulnerabilidad de las personas afectadas.
### La Doble Moral del Turismo en Marruecos
A pesar de la represión que enfrenta la comunidad LGTBIQ+, Marruecos ha cultivado una imagen de modernidad y apertura, especialmente en el ámbito turístico. El país ha desarrollado un nicho de turismo «LGTBIfriendly», dirigido a visitantes de alto poder adquisitivo que buscan un entorno seguro y exclusivo en ciudades como Marrakech y Tánger. Sin embargo, esta burbuja turística contrasta drásticamente con la realidad cotidiana de la población local.
El turismo representa más del 7% del PIB de Marruecos, y el gobierno ha mostrado una cierta permisividad hacia los turistas LGTBIQ+, priorizando sus intereses económicos sobre los derechos humanos de los ciudadanos marroquíes. Tima Agueddour critica esta doble moral, afirmando que «Marruecos protege a los turistas porque el turismo es clave para la economía», mientras que la comunidad LGTBIQ+ local sigue enfrentando un marco legal que penaliza su existencia.
La narrativa de un Marruecos moderno y tolerante es, en muchos sentidos, una ilusión diseñada para el consumo internacional. Esta imagen se construye a expensas de la represión de la oposición política, la comunidad saharaui y, por supuesto, el colectivo LGTBIQ+. La falta de avances en la legislación y la continua violencia social y estatal contra las diversidades sexuales son recordatorios de que, a pesar de los esfuerzos por proyectar una imagen de apertura, la realidad para muchos sigue siendo una lucha constante por la aceptación y la dignidad.