La Vuelta Ciclista a España de 2025 ha comenzado con un trasfondo de controversia que ha captado la atención tanto de los aficionados al ciclismo como de activistas de derechos humanos. Desde su inauguración el 23 de agosto en Turín, Italia, la participación del equipo Israel-Premier Tech ha generado un debate intenso sobre el uso del deporte como herramienta de propaganda política. Este equipo ha estado presente en la competición durante varios años, pero su participación en el contexto actual, marcado por el conflicto en Gaza, ha llevado a un aumento en las protestas y movilizaciones en su contra.
### La Participación del Equipo Israel-Premier Tech
El Israel-Premier Tech, que ha competido en la Vuelta desde 2020, ha sido objeto de críticas debido a su asociación con un gobierno que muchos consideran responsable de crímenes de guerra. La Red de Cooperación por Palestina (Rescop) y otros movimientos propalestinos han formado una plataforma para el boicot deportivo a Israel, buscando visibilizar la situación en Gaza y la percepción de «blanqueo» que se produce al permitir que un equipo israelí compita en eventos deportivos internacionales.
Lidón Soriano, activista de Rescop, ha destacado que este año han logrado una mayor coordinación en sus acciones, uniendo esfuerzos con otros grupos en España e Italia. La primera protesta se llevó a cabo en Figueres, Girona, y se espera que continúen a lo largo de las etapas de la Vuelta. Soriano enfatiza que la respuesta unificada de los activistas es crucial para el impacto de la causa palestina en Occidente.
El equipo Israel-Premier Tech, que cuenta con una plantilla de 32 corredores, ha visto un aumento en su perfil gracias a la inversión de Sylvan Adams, un empresario que ha estado vinculado a proyectos expansionistas del gobierno israelí. Desde su llegada, el equipo ha escalado en el ranking del ciclismo, logrando una licencia WorldTeam que le permite competir en las grandes vueltas, incluida la Vuelta a España.
### El Uso del Deporte como Herramienta de Propaganda
El fenómeno del «sportwashing» se ha vuelto cada vez más evidente en el contexto del ciclismo y otros deportes. Este término se refiere a la práctica de utilizar eventos deportivos para mejorar la imagen de un país o régimen que enfrenta críticas por violaciones de derechos humanos. En el caso de Israel, la participación del equipo en competiciones internacionales ha sido vista como un intento de desviar la atención de las políticas del gobierno hacia los palestinos.
La llegada de Sylvan Adams al equipo ha coincidido con un aumento en las inversiones en el deporte israelí, incluyendo la organización de etapas del Giro d’Italia en Jerusalén. Este evento, que tuvo lugar en 2018, fue considerado por muchos como un intento de legitimar la ocupación israelí de la ciudad. La controversia en torno a la Vuelta de este año se enmarca en un contexto similar, donde la presencia del equipo israelí se convierte en un punto focal para las protestas.
Activistas han señalado que la Unión Ciclista Internacional (UCI) ha justificado la participación del Israel-Premier Tech en la Vuelta, argumentando que compiten por derecho propio y no por invitación. Sin embargo, la Plataforma para el Boicot Deportivo a Israel ha encontrado una posible grieta en esta lógica, citando un reglamento que permite rechazar la participación de equipos cuya presencia pueda atentar contra la imagen del deporte.
La presión sobre los organizadores de la Vuelta y la UCI ha aumentado, con llamados a revocar cualquier permiso otorgado al equipo israelí para participar en la competición. La activista Lidón Soriano ha declarado que la situación actual es un claro ejemplo de cómo el deporte puede ser utilizado para fines políticos, y que es fundamental que se tomen medidas para garantizar que la participación de Israel no se traduzca en una legitimación de sus acciones en Gaza.
La controversia en torno a la Vuelta Ciclista a España de 2025 no solo refleja las tensiones políticas actuales, sino que también pone de manifiesto el papel del deporte en la sociedad contemporánea. A medida que las protestas continúan y la atención mediática se centra en la competición, la intersección entre el deporte y la política se vuelve cada vez más evidente, planteando preguntas sobre la responsabilidad de los organizadores y los atletas en el contexto de los derechos humanos y la justicia social.