Las elecciones generales en Bolivia, programadas para el 17 de agosto de 2025, se presentan como un punto de inflexión crucial para el país andino. Después de dos décadas de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), la izquierda boliviana enfrenta una fractura interna que podría costarle el poder. La situación actual refleja un profundo desencanto y desconfianza entre los votantes, lo que se traduce en un panorama electoral incierto.
La crisis del MAS se ha intensificado en los últimos años, especialmente tras la inhabilitación del expresidente Evo Morales, quien ha sido una figura central en la política boliviana desde su llegada al poder en 2006. Morales, quien se convirtió en el primer presidente indígena del país, ha visto cómo su legado se desmorona debido a luchas internas y a la falta de cohesión en el partido. En las encuestas, los candidatos de la izquierda apenas superan el 10% de intención de voto, lo que pone en riesgo su capacidad para mantener el control del gobierno.
El enfrentamiento entre Morales y su sucesor, Luis Arce, ha dejado al MAS dividido y debilitado. Arce, quien asumió la presidencia en 2020 tras un periodo de inestabilidad política, ha enfrentado críticas por su gestión económica y por la corrupción que ha salpicado a su administración. La falta de apoyo popular se ha hecho evidente, con el partido enfrentando una estimación de voto de solo el 3% en las encuestas más recientes. La situación se complica aún más con la aparición de nuevos actores políticos que buscan capitalizar el descontento de la población.
**Fragmentación de la Izquierda y Nuevas Candidaturas**
La fragmentación del MAS ha llevado a la aparición de múltiples candidaturas que representan diferentes facciones de la izquierda. Carlos del Castillo, el candidato oficialista y exministro de Gobierno, ha visto cómo su apoyo se desmorona, mientras que otros líderes como Eva Copa y Andrónico Rodríguez han optado por lanzar sus propias candidaturas. Copa, quien fue alcaldesa de El Alto, decidió retirarse de la contienda electoral, alegando acoso político, lo que refleja la tensión interna que vive la izquierda.
Por su parte, Andrónico Rodríguez, quien había sido considerado como un posible sucesor de Morales, ha fundado su propio partido y se presenta como una alternativa a la candidatura de Arce. Sin embargo, su apoyo se ha visto limitado por la lealtad de las bases del MAS hacia Morales, quien ha instado a sus seguidores a votar nulo en las elecciones, lo que podría desmovilizar aún más a los votantes de izquierda.
La división en la izquierda no solo dispersa el voto, sino que también crea un ambiente de desánimo entre los electores, muchos de los cuales podrían optar por la abstención en lugar de apoyar a un candidato que no represente sus intereses. Esta situación es particularmente preocupante para el MAS, que ha dependido históricamente de una base electoral sólida y movilizada.
**La Oposición se Fortalece**
Mientras la izquierda se fragmenta, la oposición ha comenzado a consolidarse. Los candidatos de la derecha, liderados por el empresario Samuel Doria Medina y el expresidente Tuto Quiroga, han logrado captar la atención de los votantes, superando el 20% en las encuestas. Doria Medina, conocido por su éxito en el mundo empresarial, ha adoptado un discurso que combina elementos de la economía de mercado con una retórica de cambio, lo que le ha permitido atraer a un electorado cansado de la corrupción y la ineficacia del gobierno actual.
Tuto Quiroga, por su parte, representa a la derecha tradicional y ha sido un actor político conocido en Bolivia desde hace décadas. Su experiencia y su conexión con sectores conservadores le han permitido mantenerse relevante en un contexto donde la izquierda se desmorona. Además, Rodrigo Paz Pereira, un exalcalde de Tarija y hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, también ha emergido como un candidato de centroizquierda que busca distanciarse de las divisiones de la izquierda y atraer a votantes que buscan un cambio.
El panorama electoral en Bolivia es, por tanto, un reflejo de las tensiones internas que han marcado la política del país en los últimos años. La crisis de la izquierda, exacerbada por la falta de unidad y la aparición de nuevos actores, ha abierto la puerta a una oposición que se presenta como una alternativa viable para los votantes. Las elecciones de agosto de 2025 no solo determinarán el futuro del MAS, sino que también marcarán un cambio significativo en la dirección política de Bolivia, con implicaciones que podrían resonar en toda la región.