El verano ha llegado y con él, las temperaturas extremas que afectan a millones de hogares en las grandes ciudades. Un reciente estudio revela que una de cada tres familias no puede mantener su vivienda a una temperatura adecuada durante los meses de calor, lo que pone de manifiesto un problema creciente: la pobreza energética estival. Este fenómeno, a menudo ignorado, se convierte en una emergencia social que afecta especialmente a las familias más vulnerables.
### La Realidad de la Pobreza Energética Estival
La pobreza energética no es un concepto nuevo, pero su manifestación durante el verano ha sido históricamente subestimada. Según el informe de Greenpeace, «Somos más pobres en verano», el 50% de las familias en riesgo de pobreza energética experimentan temperaturas que alcanzan los 48 grados en sus hogares. Esto no solo es incómodo, sino que también tiene serias implicaciones para la salud y el bienestar de las personas.
María Prado, responsable de campañas del Área de Clima, Energía y Movilidad de Greenpeace, destaca que la pobreza energética estival ha sido una cuestión invisible hasta ahora. «Estamos acostumbrados a hablar del frío que pasan las familias en invierno, pero pasamos por alto las temperaturas que soportan en verano», afirma. Esta falta de atención ha llevado a que muchas familias se vean obligadas a elegir entre pagar sus facturas de electricidad o soportar condiciones de vida insalubres.
La situación se agrava en viviendas antiguas, muchas de las cuales fueron construidas sin criterios de eficiencia energética. En ciudades como Madrid y Barcelona, casi la mitad de los edificios fueron construidos entre los años 50 y 80, lo que significa que no cuentan con las características necesarias para mantener temperaturas adecuadas. Alejandro López Parejo, arquitecto y urbanista, señala que «estamos hablando de una cuestión estructural, de la necesidad de rehabilitar y acondicionar por lo menos la mitad del parque de vivienda». Las grietas, ventanas rotas y goteras son solo algunos de los problemas que contribuyen a la ineficiencia energética de estas viviendas.
### La Brecha de Acceso a la Eficiencia Energética
El acceso a viviendas eficientes está fuertemente ligado al nivel de ingresos de las familias. La realidad es que no todos pueden permitirse un aire acondicionado, y esto se traduce en una brecha significativa en el bienestar. Solo el 19,8% de las familias en situación de pobreza energética tienen acceso a este tipo de equipos, en comparación con el 52,8% de la población general. Además, muchas de estas familias no utilizan el aire acondicionado por miedo a los altos costos de la electricidad, lo que se conoce como pobreza energética escondida.
El impacto de esta situación es devastador. El 77% de los hogares en situación de pobreza energética vive en régimen de alquiler, lo que significa que son aún más vulnerables a las fluctuaciones del mercado. Muchos inquilinos no son titulares de los contratos de suministro eléctrico, lo que les impide beneficiarse de programas de ayuda como el bono social térmico. Esto crea un ciclo de vulnerabilidad que es difícil de romper.
La falta de condiciones adecuadas en las viviendas no solo afecta la economía de las familias, sino que también tiene repercusiones en la salud. Las altas temperaturas pueden provocar problemas dermatológicos, cardiovasculares y trastornos del sueño, que a su vez pueden desencadenar ansiedad y depresión. Prado enfatiza que «una vivienda que no cumple unas condiciones mínimas de acondicionamiento y temperatura es, en realidad, una infravivienda».
### Hacia una Solución Integral
Para abordar este problema, es crucial una coordinación efectiva entre diferentes niveles de gobierno y la sociedad civil. López sugiere que se debe crear un marco estatal y autonómico de rehabilitación de edificios que funcione en conjunto con los servicios municipales de atención a la ciudadanía. Además, las comunidades energéticas pueden desempeñar un papel fundamental en la promoción de autoconsumos compartidos y la instalación de sistemas fotovoltaicos.
Los ayuntamientos también tienen un papel importante que desempeñar. Deben promover refugios climáticos y desarrollar espacios públicos que mitiguen el efecto de las islas de calor. Esto no solo mejorará la calidad de vida de los ciudadanos, sino que también contribuirá a la lucha contra el cambio climático.
Activistas y expertos coinciden en que la energía no debe ser un bien de lujo ni de uso especulativo. Es un derecho fundamental que debe ser accesible para todos. La gestión de la energía debe ser transparente y participativa, asegurando que todos los ciudadanos tengan acceso a un suministro energético asequible y sostenible. La lucha contra la pobreza energética estival es un desafío que requiere la atención y acción de todos, desde los gobiernos hasta los ciudadanos.